Los nadie que cuestan menos que la bala que los mata

Hace unos días el foco informativo de las desgracias estaba en el Mediterráneo, hace unos días se trasladó a miles de kilómetros a esa inhóspita cordillera llamada Himalaya, allá donde se encuentran todos los “ochomiles”, esa zona en la que solo suele ser noticias porque algún occidental ha coronado alguna de sus cimas. Porque solo lo hacen ellos, los sherpas que los “acompañan” y se llevan algún reflejo de su gloria nunca lo han hecho.

En ese país cuya bandera no es rectangular, sino dos triángulos rectángulos sobrepuestos uno encima de otro, sucedió una de aquellas catástrofes por las que pocas lágrimas se derramarán, los editoriales no hablarán de ellos ni se celebrarán falsas manifestaciones de los principales líderes internacionales.

Allí un terremoto sepultó la vida de más de 7.000 personas (todavía no se tienen cifras oficiales) y nadie irá a combatir a ese grave enemigo que azota el país, que no obedece a ninguna religión, ni bandera, que no entiende de fronteras, colores de piel, ni sexos. La pobreza.

La wikipedia dice que la comunidad internacional se puso manos a la obra y resolvió el asunto “rápidamente”. Sin despreciar a los cooperantes que desarrollen una importante labor, no solo estos días, sino desde hace años, a la comunidad internacional se la espera aún en sitios como Tailandia o se la a rechazado a pedradas en otros como Haití.

Desde hace algunos años ya se sabe cómo actúa la famosa “comunidad”. Por un lado, sí hay una pequeña cantidad de personas que se entregan en cuerpo y alma a tratar de subsanar las desigualdades, pero por el otro, los dirigentes de los Estados se les llena la boca de promesas con cuantías astronómicas de dinero, alimentos y bienes de primera necesidad. Primero habría que averiguar cuanto se queda por el camino y segundo si luego no hay intereses espurios detrás, es decir, si para reconstruir tu país has de hacerlo con la constructora X o le compro los alimentos a la empresa Y.

No podemos caer en el error infantil de que, si a alguien que hoy no tiene nada que comer le das un cartón de leche, obviamente no mirará si es de acá o de allá, pero los intereses de empresarios y políticos que les deben favores no conoce límites, así que no nos debe extrañar nada.

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