Cuando las empresas IBM y Trek Technology comenzaron a vender las primeras unidades de memoria USB en el año 2000, pocos conocían este pequeño invento que en apenas unos años revolucionaría la forma de compartir y almacenar información en todo el mundo.
Por aquel entonces, las memorias USB tenían menos capacidad y eran mucho más lentas que las actuales, pero ya supusieron un auténtico cambio con respecto a los sistemas usados hasta aquel momento. Los disquetes y los CD’s y DVD’s fueron quedaron en un segundo plano arrinconados rápidamente por una tecnología más práctica, más rápida, más resistente y con mayores facilidades de conectividad. Un sistema que, además, se hizo rápidamente popular por sus posibilidades de personalización y por su uso como regalo promocional (el USB personalizado o Pendrive publicitario se convirtió en poco tiempo en uno de los regalos de empresa preferidos por muchos, superando incluso a los clásicos bolígrafos personalizados y a otros productos clásicos del sector).
Del USB 2.0 al pendrive 3.0
Sin embargo, el cambio tecnológico que supuso el pendrive fue más evidente con la llegada de la tecnología USB 2.0 que supuso un notable aumento de la tasa de transferencia de archivos, haciendo mucho más rápido el proceso. Tanto es así, que las unidades rápidas 2.0 leen a velocidades de hasta 480 Mbit/s y escriben a cerca de la mitad de esa velocidad. Esto es aproximadamente 20 veces más rápido que en los dispositivos USB 1.1, cuya velocidad máxima de 24 Mbit/s.
Pero si el USB 2.0 supuso una auténtica revolución, más lo sería todavía la irrupción de la tecnología 3.0, los llamados Super Speed USB. Así, los pendrives de tercera generación llegaron en 2010 (pese que su lanzamiento estaba anunciado desde dos años antes) y se empezaron a usar con el sistema operativo Linux (más tarde vendría la compatibilidad para Windows 7 y Mac OS X Monuntain).
Los pendrives 3.0 destacaron por elevar las tasas de transferencia hasta los 4,8 Gbit por segundo y la capacidad de almacenaje hasta 256 Gbit, lo que supone 1.024 veces la del diseño original del año 2000. Además, los USB 3.0 pueden ser conectados a puertos 2.0 (al revés no es posible) y se diferencia de su antecesor por tener un conector con 5 pines más.
Todo un ejemplo de cómo la tecnología evoluciona para ofrecernos productos cada vez más prácticos y, aparentemente sencillos, pero complejos y completos tecnológicamente.