A día de hoy es innegable que la llegada de las nuevas tecnologías ha mejorado nuestras vidas en el sentido de poder estar más conectados, tener un mayor acceso a la información, así como a las distintas aplicaciones que pretenden hacernos la vida más sencilla. Sin embargo, las actividades multitareas son la otra cara de la moneda de las nuevas tecnologías y estas llevan aparejado un riesgo en cuanto a nuestra concentración.
Los expertos llegan a apuntar que hacemos un mal uso de la tecnología, es decir, no sabemos utilizarla, porque ser consumidores de esta no nos convierte en usuarios óptimos que saben sacarle todo el rendimiento. En este sentido las herramientas que tenemos en nuestra mano se convierten casi en una realidad ajena, porque no sabemos hacer un buen uso de estas.
Pensemos por ejemplo en la frecuencia en la que podemos llegar a consultar el móvil al día, o las interacciones que realizamos con los diferentes aparatos tecnológicos que tenemos a nuestro alrededor. Sin duda, se trata de una relación compleja en la que en muchas ocasiones ni tan si quiera llegamos a entender la información que se nos envía. Además, en cierto modo nuestra independencia se ve limitada.
En este sentido, nuestras capacidades están lejos de que seamos capaces de responder a demandas de actividades que requieran nuestra completa concentración. Nuestra sociedad digital no nos permite concentrarnos en estas actividades, porque estamos acostumbrados a las actividades multitareas, donde además de estar atendiendo a una actividad “principal” podemos estar consultando las redes sociales, la mensajería instantánea y el correo electrónico.
Estas cuestiones en torno a las actividades multitareas pueden llevarnos incluso a que sintamos un tipo de adicción donde la consulta de nuestros dispositivos móviles nos condiciona en nuestra forma de actuar durante el día y la noche.